PROBLEMAS DE LA SORDERA


 

Tener la discapacidad de la sordera, vivir en un mundo sordo, te impide comunicarte bien con los oyentes, que se desempeñan en el suyo, sin importarles que otras personas no puedan escucharles, la mayoría de las veces por desconocimiento de esa realidad. La lengua de signos permite que estas personas se comuniquen entre ellas, a la vez, que nosotros lo hagamos con ellos. Cada vez es más común ver programas, sobre todo informativos, con un intérprete, que les hace llegar las noticias. No todos los sordos son iguales, pues existen diversos grados de discapacidad, y los avances médicos, están contribuyendo a solucionar los problemas que sufren estas personas en un mundo no suficientemente adaptado para ellas. La película, SORDA, escrita y dirigida por Eva Libertad, trata muchos de ellos, especialmente con los que se enfrenta una persona con discapacidad auditiva en la maternidad.



Ángela y Héctor son la pareja protagonista. Ella es sorda y él oyente. No tienen problemas porque se comunican mediante lengua de signos y haciéndose entender mediante la lectura de labios. Tienen amigos en común, muchos de ellos de la misma condición que Ángela. Tampoco le causa problemas su trabajo como alfarera. También, su padres, desde niña, se adaptaron a sus necesidades, aprendiendo su lengua. Todo cambiará cuando tenga que afrontar la maternidad. Las clases de preparación para el parto, y el mismo momento de tener a su hija, le van hacer sentir mal, por no poderse comunicar bien con las enfermeras y médicos. Para superar estas situaciones, estará Héctor, para poderse entender mediante signos, aunque no será suficiente, y en todos los momentos. Podría utilizar audífonos en los oídos, pero le causan fuertes distorsiones que no soporta.



Ángela y Héctor antes del parto consultaron si su hija sería oyente o sorda. Había posibilidades de tener discapacidad, pero la protagonista nació oyente, y luego se volvió sorda, y sus padres eran oyentes, pero con familiares de esa condición. La buena noticia fue que la niña era oyente, lo que causará un problema importante entre ellos. Héctor será quien poco a poco se ocupe de su hija, pues parece que se comunica mejor con la cría, lo que provoca que Ángela se sienta apartada de la crianza. Ese es el conflicto esencial, pues su mundo es sin sonido, como la directora nos muestra dramáticamente en las secuencias finales de la película, para que el espectador tome conciencia de lo que siente Ángela. Una situación conflictiva que se resolverá cuando observe que la niña, a la vez que aprende a hablar, le hace caso con el empleo de la lengua de signos, que también va adquiriendo poco a poco, valorando, así, su rol como madre.

HISTORIA DE LA ESCUELA DE CINE


 

La Filmoteca Española presenta la exposición, LOS CIEN METROS LIBRES. VIDA Y MILAGROS DE LA ESCUELA DE CINE (1947-1976), que analiza la trayectoria de la misma desde su fundación a comienzos de la dictadura, hasta su cierre, cuando se la veía como un organismo opuesto al régimen. Reúne una muestra de sus valioso archivo, que tiene un trabajo constante de conservación y divulgación, donde lo más valioso son las numerosas prácticas que hicieron sus alumnos durante los tres años que duraba el plan de estudios. Un plan de estudios que mezclaba teoría y práctica, distribuida en las distintas especialidades que ofertaba, desde la más relevante, como la dirección, hasta la interpretación y decoración. El visitantes puede visionar algunas de ellas, tanto por medio del vídeo, como de las fotografías conservadas de los rodajes. Unas eran las propias y continuas de la enseñanza, como las de fin de licenciatura, que llegaron a ser publicitadas a comienzos de los años sesenta, su época dorada, en el Palacio de la Prensa.



La historia de la escuela de cine tuvo dos periodos durante unos treinta años. Uno entre 1947 y 1962, cuando se llamó, Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, de carácter fundacional por la precariedad de los medios; y otro entre 1962 y 1976, de consolidación, cuando surgen numerosos profesionales que se incorporan a la industria. A sus inicios, se muestra su vinculación con la Escuela de Ingenieros Industriales, que había incorporado en sus planes de estudio, materias relacionadas; luego como un espacio segregado, para trasladarse posteriormente a un edificio propio en la Dehesa de la Villa. Durante tres décadas, se formó en el centro, lo más granado del cine español de la segunda mitad del siglo XX. No solo en lo referido a los directores, sino también, en los oficios de guionistas, fotografía, decoración, e interpretación. A la escuela lograron ingresar 1515 estudiantes, de los que solo 180 fueron mujeres. Muchos alcanzaron el éxito en la profesión, como los conocidos, Carlos Saura, Joan Antonio Bardem, Luis García Berlanga, Mario Camus, Pilar Miró, y una larga lista, que además fueron profesores en la misma.



La escuela nació en los oscuros años cuarenta de un régimen autárquico que pretendía formar a profesionales del Séptimo Arte para promover producciones que lo ensalzaran a imitación de otros sistemas totalitarios. Sin embargo, fue un centro que respiraba entusiasmo por crear en libertad y expresarse de esa manera, germen de la futura democracia. Las prácticas de los alumnos son un claro ejemplo, como la de aquella que hicieron en su segundo año, Bardem y Berlanga, recientemente recuperada, pues la dejaron sin editar, llamada, Paseo por una guerra antigua, que captaba imágenes de las ruinas de la Ciudad Universitaria. Otras muestran perspectivas igualitarias respecto a las mujeres, o incorporaban comportamientos claramente censurados por las autoridades, con la fortuna que esas primeras experiencias cinematográficas, no pasaban la censura de las películas comerciales. La exposición, por tanto, no deja indiferente al visitante interesando en el cine, que valora, sobre todo, el alto nivel artístico que llegó a desarrollar, y el importante legado, compuesto por sus producciones y documentos, para distintas generaciones.


LA DESESPERACIÓN DE MODIGLIANI


 

A comienzos del siglo XX, se desarrolla una auténtica revolución en la pintura. La protagonizaban los artistas de vanguardia. Aquellos que educados en unas formas tradicionales, querían aportar una concepción nueva, más avanzada, de entender el arte. Unos, como Pablo Picasso y Henry Matisse, alcanzaron pronto el reconocimiento, y encabezaron estilos novedosos como el Cubismo o el Fauvismo; otros, en cambio, no tuvieron ese reconocimiento o murieron jóvenes, quedando relegados al juicio de la posteridad. Es el caso del famoso artista del mismo nombre, que protagoniza la película, MODIGLIANI, TRES DÍAS EN MONTPARNASSE, dirigida por Johny Depp, basada en la obra de Dennis Mcintyre, que cuenta la frustración por no ser suficientemente valorado por los coleccionistas en el París de 1916, durante la Primera Guerra Mundial.



La obra de Amedeo Modigliani alcanza hoy en las subastas precios astronómicos, pero a comienzos del siglo pasado, era escasamente valorada. El artista vivía por ello en la pobreza, junto a otros de su misma condición, como Maurice Utrillo y Chaim Soutine, que los vemos en la película, unidos por sus juergas nocturnas por las calles de París. Modigliani buscaba el reconocimiento de su creatividad, no tener que vender sus cuadros y esculturas como un artista ambulante. También, haciendo retratos de damas en restaurantes y cafés, que muchas veces acababan con altercados. Si bien confiaba en su marchante, Zborowski, se dio cuenta rápido, que se beneficiaba por las ventas de sus pinturas, sin retornarle los ingresos que obtenía. En esos días de 1916, que narra el argumento, ante esta situación improductiva, Modigliani le pide dinero para regresar a su ciudad natal, Livorno, lugar donde se sitúan muchos de sus sueños de la infancia.



La guerra, sus recuerdos de una infancia difícil junto a su madre, la muerte que se apodera de la capital francesa por la incesante violencia, la tuberculosis que le hace toser sangre, llenan los días y las noches de aquella época. Solamente la compañía de su novia, la periodista, Beatrice Hastings, que a la vez hace de modelo, le alivia el sufrimiento y la espera de un coleccionista que parece interesado en sus obras, un personaje llamado, Gangnat. Luego se enterará, que era un engaño del marchante para retenerle en París. Además, el encuentro con el coleccionista será la causa que incremente su ira por no tener el suficiente reconocimiento. Le dirá que su pintura apenas valen unos pocos francos, a diferencia de su esculturas. La película termina cuando Modigliani, desesperado, destruye las obras que tenía en su casa taller lanzándolas por la ventana. 

JUDÍOS EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES


 

El Centro Sefarad-Israel presenta la exposición, POR VUESTRA LIBERTAD Y LA NUESTRA. LOS JUDÍOS EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES, que reúne fotografías, libros, documentos, objetos, y vídeos, que resaltan la relevancia del contingente judío entre los voluntarios internacionales que ayudaron a la República durante la Guerra Civil. Un porcentaje cercano al 25%, de un total de unos 40 mil participantes, que desarrollaron diversas actividades, además del combate: como la medicina, la enfermería, el periodismo, la fotografía, y la literatura, entre otras. De algunos de ellos, tal vez, los mejor documentados y relevantes, recoge un resumen de su biografía, a lo largo de la visita, y el destino, la mayoría de las veces, trágico, que les esperó tras la contienda española. Un recorrido que se inicia destacando la persecución iniciada por los nazis en Alemania y otros países, desde 1933, que provoca una fuerte emigración hacia el occidente europeo. El golpe de Estado de Franco en julio de 1936 les sorprendió a muchos de ellos en Barcelona celebrando las Olimpiadas Populares para protestar de las oficiales que se celebraban en Berlín. Lo que fue el momento oportuno para ayudar a defender la democracia y la justicia frente al antisemitismo y el totalitarismo.



Las Brigadas Internacionales provinieron de unos 50 países, destacando los contingentes más numerosos de Francia, unos 10 mil, compuesto de franceses y exiliados, seguidos de los alemanes y austriacos. Desde la capital francesa se canalizaron los que llegaron, a su vez, de otras regiones del mundo, cuyo trayecto pasaba por Barcelona, Valencia, y terminaba en Albacete, convertida en centro logístico, donde se organizaba, primero la instrucción militar, luego el apoyo concreto. Fue un contingente de respuesta al criterio de no intervención asumido por las democracias liberales, y a la ayuda directa a los rebeldes de armamento y hombres de los regímenes fascistas de Hitler y Mussolini. Las brigadas representaban la pluralidad ideológica de la época. Destacaba la militancia comunista, aunque también socialista, socialdemócrata, anarquista, o liberal, unidas frente al propósito de enfrentarse a la uniformidad defendida por Franco, que se apoyaba en la política de los Reyes Católicos, y que estigmatizaba a sus enemigos como defensores de un contubernio marxista y judeo-masónico.



El compromiso y la participación de los judíos fue numerosa alentada por el Consejo Judío Internacional como una oportunidad contra los que pretendían aniquilarlos. Solamente en el contingente norteamericano supuso casi el 40%. Desde muy pronto participaron en la defensa de Irún, posteriormente, en las grandes batallas de la guerra. Se recuerdan la centurias Thaelmann y Tom Mann; la participación de los intelectuales, Simone Weil y Carl Einstein en la Columna Durruti; la militancia en el POUM, hasta su ilegalización en 1937; la existencia de una compañía de judíos, la Naftali-Botwin; la participación de escritores y periodistas como Arthur Koestler, Emma Goldman, e Llia Ehrenburg, así como las fotógrafas, Kati Horna, Margarete Michaelis, y Gerda Taro, que trabajó junto a Robert Cappa y David Seymour, para la revista Regards. Finalmente, la exposición termina con un vídeo que recupera las imágenes de la despedida de las brigadas en 1938. Además, pone el énfasis, que esta muestra contribuye a realizar un acto de justicia histórica en virtud de la Ley de Memoria Democrática de 2022, que otorga la nacionalidad española a sus descendientes, sin renunciar a la suya previa, siempre que mantengan un compromiso  activo con la preservación del recuerdo de sus ascendientes y la defensa de los valores democráticos.

SOROLLA Y LA FOTOGRAFÍA


 

La actual exposición con motivo del centenario del pintor Joaquín Sorolla que se expone en la Galería de las Colecciones Reales, muestra un cuadro dedicado al fotógrafo valenciano Antonio García Peris. Sabemos que le pintaría en varias ocasiones junto a su mujer. La razón es que fue su amigo y mentor en sus estudios de pintura, pues él también lo era, y que le introduciría en los círculos artísticos. Además, le contrataría siendo joven como ayudante en uno de sus estudios que tenía en el centro de Valencia, dedicados principalmente al retrato de la burguesía. Posteriormente, Sorolla se casaría con su segunda hija, Clotilde, convirtiéndose, en su suegro. Por ello, la existencia de un número de testimonios gráficos de la juventud y de la familia del afamado pintor, se debe primero al trabajo de éste, y luego al interés de Sorolla por el medio fotográfico que conservó a lo largo de su carrera.



El fotógrafo Antonio García Peris, además de suegro de Sorolla, fue un auténtico padre por la condición de huérfano del pintor. Las dos carreras, la de fotógrafo de uno, y la de pintor, de otro, se cruzaron, entonces. El primero ya era un profesional de prestigio desde mucho antes de conseguir la Medalla de la Exposición Nacional de Fotografía de 1905, cuando en los años ochenta cubrió el viaje de la Reina Regente a la ciudad, o alcanzó el éxito como retratista diez años antes. Joaquín Sorolla alcanzó la cima de su fama hacia 1900 al ser reconocido a nivel nacional e internacional en las exposiciones y salones de media Europa. Su estilo, como fue normal a finales del siglo XIX, entre la mayoría de los pintores, se vio influido por la fotografía. Sus composiciones así lo demuestran, como si los ojos del artista captaran las escenas a través de las lentes de una cámara. También reconocía su empleo al retratar personajes con una ellas en sus manos, como ese cuadro, en la citada exposición madrileña donde una joven es pintada en un paisaje al lado del mar Cantábrico.





EL OCASO DE LA MAFIA


 

EEUU fue una tierra de oportunidades para los numerosos inmigrantes que llegaban al país a principios del siglo pasado. Querían cumplir el llamado sueño americano, subir en la escala social, desde la pobreza, hasta lo más alto, encabezando algún negocio próspero. Sin embargo, las circunstancias no eran tan fáciles, a pesar del fuerte desarrollo económico que se experimentaba. Lo que propició que un grupo de los recién llegados, empleasen métodos al margen de la ley para ganarse la vida. Formaron, así, organizaciones que utilizaban la violencia y la corrupción, o se favorecían de las prohibiciones a distintos productos, para enriquecerse, mientras las autoridades, miraban interesadas hacia otro lado. La película, THE ALTO NIGHTS, dirigida por Barry Levinson, nos cuenta la historia de la mafia italiana centrada en dos de sus jefes, Vito Genovese y Frank Costello, cuyo enfrentamiento a finales de los años 50, va a propiciar su ocaso.



La historia es una gran flash back contada por Frank Costello, el máximo jefe de la mafia, que había subido en el escalafón, después que Vito tuviese que abandonar el país acusado de dos asesinatos. Los dos personajes habían decidido desde jóvenes salir adelante mediante métodos al margen de la ley. A pesar de la amistad, eran muy diferentes, uno inteligente, interesado en las relaciones con la política y la policía, y otro, más violento, sin abandonar la calle, el barrio donde surgió y el garito donde se reunían llamado The Alto Nights. El liderazgo de Costello imprimió la paz y aseguró grandes beneficios desde la época de la Ley Seca, gracias a sus métodos discretos y la connivencia con las autoridades. Vivía en un lujoso apartamento de Manhattan y no portaba nunca armas, ni tenía guardaespaldas. Todo cambió cuando Vito regresó de su largo exilio tras la Segunda Guerra Mundial. Quería recuperar la jefatura de la organización, la dirección de todos sus negocios.



Costelo no se opuso a las pretensiones del antiguo amigo, pero discrepaba de sus métodos, que llamaban la atención de las autoridades, que habían puesto el objetivo en la persecución de actividades criminales como el tráfico de drogas. Los distintos miembros de la organización le preferían, así, frente a Vito, al que surgían cada vez más problemas, unos motivados por su vida privada, otros por la envidia y el resentimiento. Todo cambió cuando intentó asesinar a Costelo, del que milagrosamente salió ileso. Entonces, éste decidió apartarse de la organización y dejar la jefatura de la mafia. Pero, en realidad, era una estratagema para denunciar a toda la organización, que siempre había sido minusvalorada por las autoridades, que pasan a perseguirla sistemáticamente, dirigidas por el mismísimo Edgar Hoover. Por otra parte, destaca la película por la interpretación doble del actor Robert de Niro de los dos cabecillas. Pero adolece de parecerse, en determinados momentos, a un documental, al narrarse, más que con acciones, con una supuesta entrevista al protagonista, años después, y emplear imágenes antiguas originales y de ficción.

LOS DRAMAS DE LA INDIA


 

La igualdad es una condición necesaria para la democracia. Si ésta no existe o se encuentra reducida al mínimo, los problemas se suceden en la sociedad. Lo mismo podríamos decir de la libertad o del bienestar económico de la población. Sin el desarrollo de estos elementos interrelacionados, el progreso general, se ve lastrado por las estructuras tradicionales, que una y otra vez, condicionan la vida de las personas. De hecho, son la causa que impiden la consecución del bienestar. Una situación similar lo observamos en la India donde las tradiciones y la revolución tecnológica conviven con la pobreza y la desigualdad. Este es el contexto de la película, SECRETOS DE UN CRIMEN, escrita y dirigida por Sandhya Suri, que trata sobre los problemas con los que se encuentra una mujer policía para resolver el crimen de una niña de una casta inferior en una zona rural. Unas dificultades que muestran los métodos de la propia policía como en el poder de las clases propietarias, en medio de un enfrentamiento latente entre comunidades hinduistas e islámicas.



Santosh es una joven viuda que va a trabajar en la policía como herencia del puesto de su marido que ha fallecido en una manifestación. Una opción del gobierno para aquellas mujeres que se quedan sin la protección económica del matrimonio. Necesitan a las mujeres para ocuparse de los asuntos específicos que las afectan en un cuerpo ocupado por hombres con sus propios criterios. Será en principio una simple alguacil de apoyo a otras policías. Pronto descubre la falta de medios, las corruptelas diarias, y los castigos más propios de la antigüedad que del siglo actual, en medio de la pobreza generalizada de la población. Pero el caso de una niña desaparecida primero, y luego encontrada muerta en un pozo tras ser violada y asesinada, le informará de las trabas para ejercer su trabajo con dignidad y respeto a la verdad. La inspectora Sharma se ocupará del problemático caso, tras ser despedido el anterior inspector por desidia en la investigación. El móvil de la víctima conduce a un joven musulmán que había conocido en el mercado.



Después de varias averiguaciones, descubren que el joven se ha trasladado a otra ciudad donde le apresan. Santosh, junto a su jefa, recibirán por ello las felicitaciones de las autoridades. Sin embargo, tal éxito se volverá malestar, cuando el acusado sea una y otra vez torturado para que confiese, incluso sin dejarle hablar, para finalmente morir. La inspectora trata de encubrir el error haciéndole pasar como una muerte por suicidio, pero las autoridades la suspenden, tras responsabilizarse de lo sucedido. Santosh, al margen, descubre por el móvil del acusado que era inocente, y su relación con la víctima, de amor. Entonces, investiga el entorno rural de ella, que le lleva a averiguar que en los días de su asesinato, había visitado la casa de los propietarios de la zona, donde tal vez perdiera la vida, por un grupo de personas acomodadas, acostumbrados a ejercer la violencia contra los jornaleros y las castas inferiores. Ante tamaña injusticia y los procedimientos de la policía, expresión de una sociedad desigual donde se evidencia la diferencia entre ricos y pobres, musulmanes e hindúes, mujeres y hombres, decide abandonar el trabajo y el mundo rural empobrecido, y cambiar de vida en la gran ciudad.

FOTÓGRAFA DE GUERRA



La Segunda Guerra Mundial supuso un antes y un después para la gobernanza del mundo y la consideración de los derechos humanos. El grado de crueldad de la lucha y las muertes de civiles por el conflicto bélico o la represión habían alcanzado un nivel jamás visto. Las personas tardaron mucho tiempo en poder asimilar lo que habían experimentado o conocido en aquellos tiempos. Los fascismos dejaron un reguero de víctimas fruto del racismo y la extrema violencia, sin atenerse a un mínimo grado de humanidad o sistema legal, sólo el afán de conquista y sometimiento de los pueblos por una ideología extrema. En algunos países se impuso el silencio, dejar los traumas atrás para poder superarlos, en otros, en cambio, se mostró al público las imágenes de las atrocidades de la guerra. Una de la fotógrafas que contribuyó a informar fehacientemente fue la protagonista de la película que lleva su nombre, LEE MILLER, dirigida por Ellen Kuras, basándose en la biografía escrita por su hijo Anthony Penrose, que llegó a conocer de sus propias palabras antes de fallecer en 1977.



Lee Miller ya era conocida como prestigiosa fotógrafa y modelo cuando empezó la guerra. Había estudiado arte en Nueva York, para ser luego imagen reputada de moda en los años veinte. Su carrera se consolidó en París cuando fue amante y colaboradora de Man Ray. Perteneció al grupo surrealista y a su círculo de amigos, donde conocería a su segundo marido, el crítico y coleccionista de arte, Roland Penrose. En este momento comienza la película, cuando el grupo artístico pasa el verano de 1938 en Mougins, al sur de Francia. El segundo momento, es en Londres después del comienzo de la guerra, trabajando como fotógrafa para la revista de moda, Vogue. Da a conocer la ferocidad y la destrucción de los bombardeos nazis, pero quiere comprometerse más con su nuevo trabajo de fotoperiodista. A causa que los ingleses no mandaban mujeres al frente, se alista con el ejército norteamericano. De esta manera, la vemos en las costas de Normandía, fotografiando a los heridos hasta que consigue el permiso para acercarse a los combates, tras las dificultades impuestas por ser mujer.



Junto al fotógrafo de la revista Life, David Scherman, realizará un recorrido tras las ruinas materiales y humanas de las batallas militares. Captará con su cámara las represalias contra las mujeres colaboracionistas, la entrada triunfal en el París liberado, los cadáveres de fusilados, de los nazis después del suicidio, y lo más atroz, los muertos y las torturas, en trenes de carga y en campos de concentración. Así, en un barracón de prisioneros encontrará un grupo de mujeres, entre ellas, una niña que se asusta de su presencia a la que retratará. Le recordará su propio trauma vivido cuando era de su edad. Finalmente, en Alemania, a punto de claudicar el régimen hitleriano, logran entrar en su apartamento, y meterse en su propia bañera. Una vez de vuelta, sabemos que la revista Vogue de Londres, no le publicará sus fotos. Pretendía no recordar a la población tamañas crueldades y pasar página de la guerra. Si lo haría en 1945, la revista hermana norteamericana. 



Por otra parte, la historia se presenta como una entrevista realizada por un joven a Lee Miller, que le cuesta contar lo vivido en las fotos que estaban olvidadas en viejas cajas de cartón. Un flash back en distintos momentos temporales. Luego sabemos que era su propio hijo fruto del matrimonio con Roland Penrose, ya sin su madre en la casa familiar. Lo interesante de la película es el empleo de fotos reales para desarrollar las escenas, que observa el espectador en los títulos de crédito. Unas fotos que son comparadas con aquellas supuestas tomadas en la ficción. Lo cierto es que esta biografía de Lee Miller, el aspecto humano prima sobre el detalle de unas imágenes, que si bien articulan el relato, carecen de una determinación más precisa de los lugares visitados, que tal vez se da ya como conocida o no es tan relevante para el mismo.   




LA FOTOGRAFÍA DE SAKIKO NOMURA


 

La Fundación Mapfre presenta la exposición, SAKIKO NOMURA. TIERNA ES LA NOCHE, la primera retrospectiva de esta fotógrafa japonesa, que empezó a ser conocida en la década de los noventa, tras ser ayudante del famoso fotógrafo, Nobuyoshi Araki. El subtitulo alude al de la novela de Scott Fitzgerald, cuyos protagonistas son jóvenes y atractivos, como lo son aquellos que vemos representados en muchas de sus fotografías, pues uno de sus temas favoritos es el desnudo masculino, solo o en relación con el de la mujer. Unos desnudos que muestran deseo y tensión erótica. Así, la obra de Sakiko junto a otras artistas, viene a revolucionar las convenciones tradicionales, por la sustitución del cuerpo de la mujer por el del hombre como tema principal. Lo destacable, además, es la forma que utiliza para llevarlo a efecto, al emplear, principalmente, el blanco y negro sobre el color, una luz tenue en medio de la oscuridad, y el grano grueso o el desenfoque, sin planos estables, más bien desequilibrados o disruptivos. El cuerpo humano, de esta manera, apenas se vislumbra, normalmente echado en una cama, propiciando diferentes lecturas interpretativas.



El estilo de Sakiko Nomura se podría definir como un viaje a un mundo que solo se puede entrever en la oscuridad de la noche. Una oscuridad que hace desaparecer los datos documentales o referenciales de la fotografía, para apostar por la representación de lo efímero, de lo fugaz como elemento esencial del transcurrir de la vida. Además de las representaciones eróticas, sus temas abarcan naturalezas muertas, especialmente flores, vistas de ciudades, interiores de habitaciones de hotel, fenómenos atmosféricos, animales, luces y reflejos en movimientos, que nos hacen pensar en connotaciones temporales que remiten al cine. La mayoría de las fotografías expuestas son en blanco y negro, según su estilo formal peculiar, pero un grupo de ellas lo son en color, para adaptarse en ocasiones a la peculiaridad del tema. 



Las fotografías se organizan para el visitante según los fotolibros originarios en las que fueron publicadas, también según la temática o la técnica empleada. De esta manera, nos encontramos salas dedicadas a las flores sobre fondo oscuro, otra de desnudos; según un encargo concreto, como fueron las fotografías realizadas en Granada en 2024, o aquellas en las que emplea la solarización. En otras ocasiones, la fotógrafa ha prestado atención a personajes muy propios de la cultura japonesa, como los actores del teatro kabuki, o aquellos individuos que llevan su cuerpo totalmente tatuado, que emergen entre las sombras, condicionados por su espiritualidad. Por lo tanto, contemplar las fotografías de Sakiko Nomura, no deja indiferente, por un lado por la peculiaridad de su estilo, por otro, por su temática, que supera una mirada convencional de la realidad. 



COMO UNA PIEDRA RODANTE


 

A comienzos de los años sesenta, EEUU vivía un periodo de profunda transformación política y social.  En plena Guerra Fría, se quería superar las restricciones del macartismo, en favor de la paz y la justicia social. Se luchaba por los derechos civiles contra el racismo y la discriminación. Entonces, llegó un trovador de Minnesota, un músico completamente desconocido, que supo catalizar con sus canciones, las aspiraciones de libertad del momento. Esa persona fue Bob Dylan, y su rápido ascenso a la fama, nos lo cuenta la película, A COMPLETE UNKNOWN, dirigida y escrita por James Mangold, sobre el libro de Elijah Wald, centrada en el periodo de 1961 a 1965, desde que empezó su carrera musical como un desconocido en Manhattan, hasta su fama como cantautor folk, para terminar con su sorpresivo cambio de estilo en la última fecha. También, cuenta las importantes relaciones personales con Sylvie Russo y la cantante Joan Baez.



El joven Dylan tenía 20 años cuando llegó a Nueva York. Llevaba consigo una mochila y una guitarra. Quería conocer a Woody Guthrie que por aquellas fechas estaba postrado por una enfermedad terminal en un hospital. Tras encontrarle le cantó una de sus composiciones que había compuesto para él. Fue providencial que en ese momento estuviese también, Pete Seeger, que le acogería en su casa, tras quedar fascinado por su talento. Desde ahí, pudo arrancar su carrera dentro del movimiento folk, cantando en bares y pequeños auditorios. Asociado a este estilo musical conoció a su primera pareja, Silvie, relacionada con la lucha por los derechos civiles. Al mismo tiempo, entró en contacto con Joan Baez, que ya era una cantante famosa, portada de la revista Time. Dylan desde el principio tuvo críticas estupendas, y pronto lograría grabar su primer disco, pero no vendía muchas unidades, hasta que Joan Baez, tras una noche juntos, descubre una canción recién escrita, Blowing in the Wind, para quedar prendido de la composición, que a partir de entonces incluirá en su repertorio.



La relación entre Dylan y Joan Baez fue siempre de amor y rechazo. La joven cantante dio a conocer a su compañero cantando sus canciones o con actuaciones juntos en Festivales como el de Monterrey de 1963. Admiraba su fuerza creativa y la originalidad de sus letras, hasta el punto que le preguntó una vez qué es lo que tocaba, a lo que respondió Dylan que lo desconocía. De esta manera llegó su popularidad, ser uno de los cantantes emblemáticos por los derechos civiles, sin poder pasar inadvertido por la calle porque al instante le reconocían. El Festival de Newport de 1964 fue el marco para consagrarse en la cima, al ser aclamado por el público tras oír, Los tiempos están cambiando. Sin embargo, el autor siempre abierto a nuevos caminos, decidió hacer evolucionar su estilo musical, harto de tener que repetir en los conciertos lo mismo. El prefería cambiar siempre el repertorio, demostrando su gran creatividad artística, que le suponía pasar noches de trabajo en vela.



La ruptura con el estilo folk se produjo en el Festival de Newport de 1965, cuando introdujo la guitarra eléctrica, la batería y el órgano en la interpretación. En este ambiente, no fue comprendido que girase hacia el rock, a pesar de que mostrase una extraordinaria creatividad con canciones como Like a Rolling Stone. Es el final de la película, de una etapa de su vida, pero su fama, no se resintió, al contrario, se incrementó con sus nuevas composiciones. Había dejado de ser ese líder esperado, que ponía voz a una época comprometida con los derechos de la gente, para continuar su carrera solo como un artista,  hasta la actualidad, donde conseguiría ganar hasta el Premio Nobel de Literatura.