ERIC ROHMER EN EL RECUERDO

Esta semana falleció uno de los grandes directores del cine francés, expresión más auténtica de lo que se conoció como la Nouvelle Vague. Desde que conocí sus películas a comienzos de los años achenta, siempre me impresionó su forma de hacer cine, de hacer obras maestras aparentemente sencillas. No eran como las grandes producciones de Hollywood, pero con la misma magia y efecto sobre el espectador, con el mismo valor. Perduran en mi memoria títulos como Paulina en la playa (1982), Las noches de luna llena (1984), El rayo verde (1986), y El amigo de mi amiga (1987) de la serie Comedias y Proverbios. Siempre me resultó interesante la importancia que daba a los problemas en las relaciones humanas por la amistad o el amor. Además, sobresalían por unos brillantes diálogos que construían los personajes y las tramas. La autenticidad y vida interior de sus películas me sedujeron hasta Los amores de Astree y Céladon, su último film.

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