ARTE Y REVOLUCIÓN

La Casa Encendida de Madrid acoge una importante exposición dedicada a la relación entre la cultura y la revolución, titulada, LA CABALLERÍA ROJA. CREACIÓN Y PODER EN LA RUSIA SOVIÉTICA DE 1917 A 1945. Nombre tomado de la obra literaria de Isaak Babel y del cuadro de Malevich con el mismo título. Se expone significativas obras pictóricas, gráficas, escultóricas, literarias y vídeos de los más afamados artistas del periodo: desde Kandinsky hasta Deineka, obras que coinciden en Madrid con las expuestas en la Fundación Juan March, del mismo autor, y que configuran un verdadero otoño soviético para la capital.
El espectador puede conocer de primera mano cuál fue la estética asociada a los valores socialistas, anticapitalistas y proletarios, que inevitablemente se crearon o se asociaron a los cambios radicales que experimentaba el nuevo estado. Bajo el gobierno de Lenin, de gustos artísticos conservadores, se desarrolló la vaguardia artística del constructivismo. Corresponde al periodo de mayor creatividad y libertad, a pesar de lo cual, su necesario carácter antiburgués y al servicio práctico de la revolución, provocaría la huida de artistas, como Marc Chagall y Kandinsky.
La llegada al poder del brusco y despiadado, Stalin, supuso un freno al desarrollo vaguardista del arte en favor del llamado realismo socialista. Una estética al servicio de la ideología comunista, del líder que conduce al estado, a la nación, a su progreso económico y social. La iconografía pictórica, las obras literarias expresan un mundo feliz y de exaltación política en un momento histórico convulso por el enfrentamiento con el fascismo.
Si cualquier duda, recelo o crítica fue duramente castigada con el presidio o la muerte, sobre todo a finales de los años treinta, lo mismo se produjo con cualquier manifestación cultural. Así, uno de su más grandes literatos, Gorki, fue vigilado y una serie de artistas perecieron de una u otra manera. Otros, sobrevivieron o fueron censurados como Mijail Buljakov, Boris Parternak, Einsenstein o Shostakovich. De ellos prevaleció su talento ante la crueldad del régimen por mantener su existencia ante el supuesto enemigo interno o externo.
La calma, el fin del terror, que se llevaría gran parte de la creatividad de la Rusia soviética, vendría paradógicamente con el comienzo de la  Segunda Guerra Mundial, y ahí termina una completa exposición, que coincide a su vez con una de la más profunda crisis del capitalismo que vivimos a comienzos del siglo XXI, y del que el proletario que la sufre especialmente, no encuentra ya en aquella, por su derrota posterior, el modelo a seguir.

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