FÁBULA DE LA INMIGRACIÓN

EL HAVRE, película dirigida y escrita por el famoso director finlandés, Aki Kaurismäki, recibió el Premio de la Crítica en el pasado Festival de Cannes. Una recompensa acertada por la calidad intrínseca de la misma y por ser la demostración fiel de su original estilo cinematográfico. Una vez más continúa con su preocupación por los más desfavorecidos, la gente marginada de la sociedad. En este caso, un niño inmigrante procedente de África, que va a recibir ayuda de un limpiabotas para llegar a Londres, donde vive la madre. Frente a él se encuentra la policía que utiliza medios desproporcionados para reprimirla.
El limpiabotas, Marcel Marx, es un antiguo escritor bohemio, que vive humildemente junto a su mujer en el puerto de El Havre. Compite y convive a diario con los nuevos marginados, los inmigrantes que desempeñan los trabajos más simples o que tratan de continuar su viaje. Mientras su mujer sufre una grave enfermedad, tiene que ayudar al niño africano perseguido por la policía.
El director emplea imágenes sobrias, precisas, minimal que articulan su lenguaje cinematográfico con personajes muy bien caracterizados fisicamente, de pocas palabras, de gran virtud hacia los demás. Son los más desfavorecidos, viven en la película en un mundo antiguo, de los años cincuenta, sesenta, con sus pequeñas casas de madera, con tiendas de frutas y pan de elemental decoración, de relaciones humanas y sociales que perviven. Son los buenos frente al voraz mundo contemporáneo, a lo moderno, a la policía.
En la película por tanto aparecen dos estéticas diferentes, los elementos decorativos antiguos, que aluden a los personajes principales, y los modernos, en los que se incluye el niño inmigrante y los más represores, como si la belleza y el bien estuvieran asociados al pasado, y la fealdad a los cambios operados en el mundo actual.
El estilo de Kaurismäki se caracteriza por la esencialidad narrativa del cine clásico. Combina de manera magistral los primeros planos de los rostros de los personajes, de los objetos, como las copas de vino, la comida o el dinero en euros, frente a la decoración antigua, los planos generales y medios a modo de escenario donde se desarrolla la acción, la mayoría de las veces estática.
La luz, muchas veces dirigida y el color especial, azul en diferenes tonalidades también son elementos que favorecen el carácter de ficción, de cuento o fábula que el director proporciona a la película, que tiene un final feliz. Lo mismo se puede decir de la música, que aparece como fondo de la misma en canciones, o como una actuación rokera que el director incluye en la historia.

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