LA CRIADA DE MARÍA ANTONIETA

 
Una perspectiva nueva trata el personaje histórico de María Antonieta en la película de Benoit Jacquot, ADIÓS A LA REINA (Les adieux a la reina), basada en la novela de Chantal Thomas. Resulta interesante para el espectador cómo se perciben los acontecimientos del comienzo de la Revolución Francesa, con la caída de la monarquía absoluta, desde la mirada de la lectora de la reina María Antonieta, que va conociendo, junto a otros servidores de los reyes que viven en el palacio de Versalles, desde nobleza hasta plebeyos, la importancia que tienen los hechos de la Toma de la Bastilla por el pueblo de París. La situación de los monarcas ha cambiado de repente ahora dependientes de la Asamblea Nacional que elabora las bases de un estado liberal-burgués. Hasta tal punto, que se sienten prisioneros en los fastuosos aposentos del palacio.
La protagonista es la bibliotecaria o lectora de la reina, Sidonie Laborde, una joven que ama a su señora y vive con angustia su futuro. María Antonieta, no es la chica que descubre el lujo y comparte con sus amigas las diversiones de la corte, como en la película de Sofía Coppola, sino una mujer madura, aunque todavía joven, altanera con un largo currículo de amantes que vive separada del rey, atormentada por las circunstancias, que lo único que piensa es en escapar de París y refugiarse en la fortaleza de Metz, para reconquistar París de nuevo para el absolutismo. Unas circunstancias históricas que le obligan a dar la orden para que su amada, la duquesa de Polignac, la hermosa, Gabrielle, abandone el palacio para huir a Suiza. A causa de los numerosos peligros de ser atrapados por los revolucionarios en el camino, pide a su lectora, Sidonie, que se vista como la duquesa, y que esta haga, de criada. De esta manera huyen, finalizando una historia estructurada a base del diálogo de los personajes y sin apenas acción, donde sobresale la interpretación de las actrices protagonistas, Léa Seydoux, Diane Kruger y Virginie Ledoyen, respectivamente.
La reina equipara en aprecio a las dos de las que admira la amistad y juventud. El director realiza así un verdadero canto al amor perdido, en este sencillo relato que abarca cuatro días del mes de julio de 1789, y también, al equipararse por las circunstancias de la revolución burguesa, los papeles de duquesa y criada, ya unidas por el afecto de la reina, una manifestación de los rasgos propios de la nueva época histórica que en esa fecha se inicia, la igualdad y la libertad, frente a las diferencias estamentales basadas en el privilegio.

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