LA PINTURA HIPERREALISTA

Sin título (4 VWs), 1971, Don Eddy
El Museo Thyssen de Madrid organiza la exposición, HIPERREALISMO 1967-2012 en la que muestra más de sesenta obras pertenecientes a este estilo de pintura que nació en Estados Unidos a finales de la década de los sesenta. Un estilo que se origina del empleo de la cámara fotográfica por parte de los pintores para trasladar al lienzo la imagen originada por la máquina. De hecho fue bautizado por Louis K. Meisel con el nombre de fotorrealismo (photorealism). Tuvo su consagración en la Documenta 5 de Kassel en 1972, y tras ella continúa hasta la actualidad ampliando la técnica y los motivos pictóricos. Se ha dicho que este movimiento presenta elementos heredados del arte pop. El visitante los puede descubrir facilmente por el interés de los pintores por los bienes cotidianos de la vida moderna y los edificios más llamativos, kitsch insertos en la misma, influidos por el lenguaje publicitario, que atiende más a la imagen estereotipada, que a reflejar las cosas mismas. 
 La exposición se organiza en cuatro apartados: Bodegones; En la carretera; Ciudades; y Cuerpos. El tercero, el mayor, ocupa dos salas, que captan la vida cotidiana de las ciudades. Sus gentes a la salida del metro, dentro de las cabinas telefónicas, cruzando la calle. Muchas son vistas generales de amplios espacios urbanos, cruces de calles o puentes famosos. La mayoría son ciudades contemporáneas, pero alguna se localiza en París o Venecia, recordando las pinturas de Canaletto.
Hora punta, 2009, Don Jacot
Frente al paisaje panorámico, este estilo se centra en los detalles de los objetos o en los objetos mismos que se agigantan. Si hay un apartado en el que las pinturas con su nitidez producen una auténtica ilusión fotográfica, es cuando captan vehículos o partes de los mismos. Los reflejos de la luz en los tubos de escape o los parachoques de los coches o las motos, descubren la importancia que tiene la fotografía para nuestra percepción de la realidad objetiva, en la que aquella se convierte en modelo, no la simple visión humana de artista frente a esta misma realidad. Los procedimientos de esta pintura también se pueden aplicar al cuerpo humano. Así, la exposición termina con un apartado dedicado al mismo, desnudo o vestido, anónimo o identificado personalmente.

LOS DIBUJOS DEL BRITISH MUSEUM

El Museo del Prado organiza la exposición, EL TRAZO ESPAÑOL EN EL BRITISH MUSEUM. Dibujos del Renacimiento a Goya, que muestra un conjunto de obras maestras propiedad de la institución británica en ese periodo cronológico. Frente a la idea tradicional que los artistas españoles no se interesaron mucho por él, la presente exposición deja constancia de la consideración del dibujo como fundamento del arte. Otra cosa sería pensar, que el coleccionismo español no haya demandado esta manifestación artística como en otros países, y que, por tanto, no perdurasen el suficiente número de obras para concluir lo contrario. El visitante de este rico conjunto echa en falta que hubiera habido más ejemplos de artistas renacentistas, de todas maneras menos famosos que los del Siglo de Oro.
El conjunto se divide en seis apartados de los que forman parte muchos de los artistas más importantes del periodo según escuelas geográficas. Entre ellos destacan en primer lugar los tratadistas de pintura del siglo XVII, Vicente Carducho y Francisco Pacheco, que se integran repectivamente en  las escuelas madrileña y andaluza, que muestran magníficos ejemplos. En la primera sobresalen las obras de autores como Francisco Rizi o Pereda, y de la segunda, numerosos ejemplos de Bartolomé Esteban Murillo, y de uno de sus mejores representantes, y de toda la pintura española, Alonso Cano. El espacio de la escuela valenciana dedica un apartado especial a la actividad de José de Ribera, de abundante legado porque practicó el dibujo como un ejercicio formal específico, asociado incluso al grabado.
En el siglo XVIII se fundó la Academia de San Fernando en Madrid convirtiéndose el dibujo en España en el fundamento de la docencia. Este tipo de obras se hacen más numerosos, no sólo como estudios académicos o bocetos preparatorios para pinturas o frescos, sino también para elaborar grabados o representar la arquitectura. La exposición concluye para el visitante con el apartado dedicado a Francisco de Goya en el que llama la atención aquellos ejemplos realizados al final de su vida en Burdeos.

MANUEL ÁLVAREZ BRAVO, FOTOGRAFÍAS

Muchacha viendo pájaros, 1931
La Fundación Mapfre de Madrid expone una amplia muestra de la obra del fotógrafo mexicano, MANUEL ÁLVAREZ BRAVO, que comprende toda su trayectoria profesional. Vivió cien años desde 1902 hasta 2002 y puede considerársele uno de los fundadores de la fotografía moderna. En la adolescencencia empezó a aprender el oficio. Pasó  por un periodo de formación en el estilo pictorialista vigente en la época, hasta que configuró un estilo propio de carácter vanguardista influido por la estética de Picasso y la modernidad literaria del escritor Gómez de la Serna, caracterizado por la búsqueda de la fotografía pura, abstracta y constructivista. Influido por la obra de Edward Weston y Tina Modotti, pronto entrará en contacto con la mejor fotografía artística internacional al exponer en Nueva York en 1935 con Walker Evans y conocer a Henry Cartier-Bresson. A ésta le seguirían otras, como la realizada en el MOMA, que le darían a conocer como uno de los fotógrafos más relevantes de su tiempo.
La exposición madrileña reúne fotografías vintages o con copias antiguas, alguna polaroid, y documentos, cartas, catálogos, publicaciones donde apareció su obra, organizados en ocho conjuntos, no de manera cronológica. Del pictorialismo a la construcción: Formar y Construir. La visión como epifanía: Aparecer, Ver y Exponerse; y El tiempo, el cine: Yacer, Caminar y Soñar. Llama la atención la radicalidad de la propuesta del fotógrafo ya desde sus inicios como se observa en los ejemplos de los años veinte donde busca la forma geométrica en los más dispares objetos. Una propuesta que es plural a lo largo de su larga carrera profesional. Las imágenes no son realistas al uso sino están transformadas por la subjetividad del artista, una subjetividad poética que valora especialmente el medio fotográfico como arte, y lo aleja de la corriente fotoperiodística. Sin embargo está influido por la nacionalidad mexicana al traslucir una sensibilidad popular de ese origen, así como el folklore, la revolución política del país, y la estética surrealista. 
El conjunto mejor representado en la exposición corresponde a los años treinta y cuarenta del siglo XX. Un periodo convulso políticamente por el enfrentamiento bélico e ideológico a nivel internacional. Fotografiará a Trostky, a Diego Rivera o André Breton, y ejemplos como Obrero en huelga asesinado, de 1934, se inscriben en este ámbito. El surrealismo le influye en la manera de valorar los objetos en sí mismos y reunirlos en las imágenes creando un efecto significativo. Siempre persigue la creación total, la originalidad subjetiva por encima de la mera realidad, sin transformar, la mayoría de las veces los elementos que van a ser captados por la cámara, sólo con su particular mirada. Le gustan los contrastes lumínicos y el poder sugestivo de las sombras. Valora el cuerpo humano exhibido desnudo, especialmente el femenino como tema esencial que interactúa con la realidad natural, con los deseos inconscientes.
La exposición también muestra su trabajo cinematográfico, la mayoría de él, perdido. Realizó documentales y obras experimentales en los años sesenta y setenta. Fue colaborador de Luis Buñuel en Nazarín. Trata de captar la realidad en movimiento, reflejando no un instante cualquiera, sino llamativo, como es propio de su estilo. De la misma manera que en la fotografía, nos encontramos ejemplos en blanco y negro y color, que él no desdeñaría, y que lo emplearía desde época temprana, y luego en soporte polaroid. En definitiva, con el transcurso del tiempo y el cambio tecnológico, las últimas obras expuestas son de los años setenta y ochenta, el artista mantiene la misma forma de concepción visual, una mirada plural, formada desde múltiples influencias culturales, poética, de ensueño, que transciende la mera captación de la cámara, para elevar el resultado a la categoría de arte con mayúsculas.

EL ARTE DE SALVADOR DALÍ

Salvador Dalí. Philippe Halsman, 1954
El Museo Reina Sofía en colaboración con el Centre Pompidou, muestra la exposición DALÍ. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas, un amplio recorrido por la obra del artista catalán tan admirado y controvertido para el público, que pretende reivindicar su importancia para la historia del arte del siglo XX más allá de la aportación al movimiento surrealista. El subtítulo ha sido extraido de su artículo San Sebastián (1927) que fue el primer manifiesto artístico de este pensador, escritor y creador. El espectador que guarda amplias colas para poder disfrutar de un arte perturbador y original, se enfrenta a más de doscientas obras organizadas en once secciones: Del vidrio de multiplicar a la putrefacción; Autorretratos; La miel es más dulce que la sangre; Surrealismo; El Ángelus; El rostro de la guerra; Surrealismo después de 1936; América; La vida secreta; Escenarios, y El enigma estético.
Las primeras obras comprenden un periodo de formación marcado por la influencia familiar y el paisaje natural que le rodea los primeros años. La llegada a la Residencia de Estudiantes de Madrid le marcará desde el punto de vista humano como artístico, por la amistad con el poeta Federico García Lorca y el director de cine, Luis Buñuel. En esta época, Dalí experimenta con los lenguajes de las vanguardias, el cubismo, el fauvismo o el futurismo. Sin embargo, la participación e influencia en el surrealismo, considerándosele uno de sus miembros más relevantes, es la más importante, también el núcleo de la muestra. De esta manera fue el inventor del método paranoico-crítico, un procedimiento creativo no a la manera pasiva del automatismo, sino activo, basado en el delirio de la interpretación paranoica. El mundo libre del inconsciente individual o colectivo produce diversas imágenes invisibles en el que el espectador es partícipe. Tal método lo aplicó a la interpretación del cuadro del pintor Jean-François Millet, El Ángelus, al que se dedica un apartado especial.
Los convulsos años treinta y cuarenta marcados por la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, los pasará viajando y residiendo en Francia y EEUU. Se consolidará como uno de los artistas más relevantes del surrealismo, extendiendo su impronta más allá de Europa. Igualmente mostrando otra de sus características esenciales, el hacerse eco de los descubrimientos científicos de cada periodo que el artista lleva al arte, para ampliar la experiencia estética, del conocimiento. Así, se mostrará interesado en los progresos en la energía nuclear, en el mundo obsesionado por el armamento de este tipo en la Guerra Fría. Por otra parte tiene una magnífica faceta como escritor, especialmente cuando da a conocer, su autobiografía, La vida secreta de Salvador Dalí.
La visión del artista quedaría incompleta si no se muestra su faceta mediática, un verdadero pionero, en el que se utiliza a sí mismo como objeto de estudio o protagonista. Participará como un showman en happenings y perfomances, valorando también el gusto teatral que poseía. A lo largo de su carrera contribuirá a la evolución del cine y el diseño de decorados y vestuario. En la exposición se proyectan, Un perro andaluz, y La Edad de Oro, en versión completa, y las colaboraciones con Alfred Hitchcock o Walt Disney, así como diferentes spots publicitarios. Hasta el final de su vida siguió ejerciendo de sí mismo, mostrando una pluralidad de intereses que expresaría a través de las más diversas y creativas formas.

CONTRA EL FRACKING

La película, TIERRA PROMETIDA (Promised Land), del director, Gus Van Sant, escrita por el actor Matt Damon y John Krasinsky, plantea un problema de actualidad. La explotación al máximo del medio natural para la obtención de una fuente de energía para mantener el progreso continuo y el nivel de riqueza de nuestra sociedad. En concreto se refiere a la obtención del gas de pizarra mediante la técnica de fracturación hidraúlica o fracking, un método que se lleva empleando muchos años en EEUU y que parece llegar ahora a Europa. Una solución a la dependencia del petróleo y del gas natural, y una técnica controvertida por los riesgos de contaminación del entorno. La película cuenta cómo dos representantes de una compañía extractora llegan a un pequeño pueblo dedicado a la ganadería, McKinley, con la intención que los propietarios de tierras les firmen un contrato de arrendamiento para poder perforar el subsuelo. Lo que parecía ser fácil, porque la mayoría de ellos y el ayuntamiento, padecen las consecuencias de la crisis económica, resulta verdaderamente difícil porque un profesor del instituto, antiguo investigador jubilado, presenta evidencias de los riesgos de contaminación para la población y los recursos naturales.
La corporación exige por otra parte,  a Steve y Sue, los comerciales, interpretados respectivamente por Matt Damon y Frances McDormand, conseguir todo el territorio, no una parte del pueblo. La situación empeora cuando llega un miembro de una organización ecologista que conciencia a la población de los riesgos sobre el agua subterránea y las especies animales y vegetales, informando de casos ocurridos en otras zonas del país. Sin embargo, logran desacreditar los argumentos ecologistas mostrando que parte de los datos esgrimidos habían sido falseados. Cuando van a ganar la votación en el ayuntamiento, Steve, descubre la verdad, descubierta recientemente por él, que incluso la actividad del ecologista estaba pagada por su propia compañía para asegurarse de forma indirecta los contratos de arrendamiento. De esta forma, el protagonista pierde el puesto de ejecutivo al que aspiraba y es despedido.
Un nuevo futuro le espera, una nueva vida, la vuelta al campo del cual alguna vez partió en busca de mejorar su nivel social, lograr salir adelante, en una tierra prometida, en la que ha conocido los valores de la solidaridad, la amistad, la cooperación y la democracia, frente al afán de lucro continuado, del negocio a corto plazo de unos pocos por encima del bienestar del ser humano. Gus Van Sant, un director no habituado a tratar temas políticos o económicos, cuenta la historia de manera sencilla, artesanal, sin artificios, cuidando el aspecto humano de los personajes, como la captación brillante de la luz y el color del ambiente rural. De esta manera, el progreso destructor de la naturaleza por el desarrollo económico de bienes que en el fondo son superfluos, lo es también de las relaciones sociales basadas en la igualdad y la felicidad humana. Por lo que se hace necesario un equilibrio sensato entre ambos aspectos, un bienestar fruto de la explotación y el consumo racional de los recursos.