GÉNESIS DE SEBASTIAO SALGADO

El CaixaForum de Madrid expone el proyecto GÉNESIS del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado. Constituye una extensa exposición de más de 200 fotografías en blanco y negro que han sido fruto de ocho años, en treinta y dos viajes a lugares remotos para captar imágenes de paisajes terrestres y marítimos, ecosistemas y comunidades humanas que se han mantenido intactas. Esta magnífica y extensa muestra se estructura en cinco apartados de acuerdo a cada uno de los ecosistemas y a esos grupos humanos.


Son los siguientes: La Antártida y los confines del sur, que comprende Georgia del sur, las Malvinas, el archipiélago de Diego Ramírez y las islas Sandwich. Los santuarios: las islas Galápagos, Indonesia, Papuasia y la isla de Siberut, en Sumatra, y los ecosistemas de Madagascar. África: del delta del Okavango en Botswana y el parque de Virunga en la triple frontera entre Congo, Ruanda y Uganda, al desierto del Kalahari, las áreas meridionales de Etiopía o los  desiertos de Argelia y Libia. La tierra del norte: paisajes de Alaska y de la meseta del Colorado en Estados Unidos, el parque nacional de Kluane en la isla de Baffin (Canadá) y las regiones septentrionales de Rusia, el norte de Siberia y la península de Kamchtka. La Amazonía y el pantanal.


El visitante puede disfrutar de un conjunto de imágenes de gran calidad que retratan el reverso de la naturaleza tal como lo contemplamos hoy en la mayoría de los países. La naturaleza que está destruyendo el ser humano en su afán de progreso. Sorprende que todavía puedan existir hoy paisajes tan bien conservados. Su situación en lugares lejanos y en condiciones extremas climáticamente les ha ayudado. En otros, de todas las maneras, se observa el esfuerzo para que no desaparezcan a manos de la explotación económica y la uniformidad cultural. El avance de las comunicaciones y en interés del público por las experiencias más estimulantes constituye una amenaza real.


Al fotógrafo Sebastiao Salgado le ha movido un interés ecológico por mostrar aquella parte de nuestro planeta preservada durante miles de años, por otro, una intención antropológica de reconocer hasta que punto el ser humano ha vivido en armonía con ella, sin destruirla. Retrata animales salvajes adaptados a los diferentes ecosistemas de manera óptima, y a los grupos humanos de igual manera, según haya un frío o un calor extremo en el mar de hielo o en el desierto. Muestran al espectador actual las costumbres primigenias de unos y otros en su afán por la supervivencia, claro es, sin dañar, el origen de la vida, la propia naturaleza.


Las fotografías se muestran, por tanto, como obras de arte y como testimonios de la coexistencia del hombre con la naturaleza, un canto a la majestuosidad y belleza de la tierra. Entre las imágenes de gigantescos glaciares, de cordilleras cuyas enormes proporciones se pierden en el horizonte, de pueblos cazadores en la selva y ganaderos en la sabana reseca de África, hay una poesía visual que lleva implícito el mensaje de que se puede perder y que debemos proteger este mundo.

LA LUCHA CONTRA EL SIDA

La aparición de la epidemia del SIDA fue una sorpresa en la década de los ochenta del pasado siglo. La alarma comenzó con la muerte del famoso actor Rod Hudson, galán de Hollywood, de un mal que no tenía remedio. Pronto se supo que era una nueva efermedad causada por un virus que debilitaba el sistema inmunológico hasta que el paciente contraía todo un cúmulo de dolencias asociadas que le causaban la muerte. Los más llamativo fue que se transmitía especialmente entre personas homosexuales que habían tenido relaciones sin ninguna protección. Luego se fue ampliando la incidencia entre los drogodependientes que compartían jeringuillas e incluso heterosexuales, en menor medida. Se convirtió, así, en una enfermedad que estigmatizaba al paciente.
La película, DALLAS BUYERS CLUB, dirigida por Jean-Marc Vallée, cuenta, basándose en hechos reales, aquel tiempo de incertidumbre, centrándose en la vida de Ron Woodroof, un electricista y cowboy tejano de rodeo, de vida sexual promiscua. Al principio no lo acepta. Le parece impensable que hubiese contraído una enfermedad de homosexuales. Luego, tras recibir el anuncio que le quedan 30 días de vida, se va a dedicar con un gran esfuerzo físico y económico a luchar para salvarse de la muerte y ayudar a muchos que se encontraban infectados.
En un principio los médicos aplicaban sólo remedios experimentales a un grupo reducido de pacientes. Después, ante la gravedad del problema, el gobierno norteamericano, y presionado por las empresas farmaceúticas, aprobaron el AZT, que en dosis elevadas era tóxico y no solucionaba la situación. El protagonista a base de estudiar en revistas y consultar con diferentes facultativos, va a probar algunos fármacos, algunos inciertos, que le prolongarán la vida hasta 7 años. 
Por otra parte destaca que mientras intenta mantenerse con vida, creará una especie de empresa o grupo, cuyo nombre es el  título de la película, encargado de llevar los tratamientos con medicamentos alternativos a cambio de dinero, importados de forma ilegal, que resultarán efectivos para muchas personas que por aquellas fechas contrajeron una enfermedad prácticamente desconocida. El actor principal, Matthew McConaughey, que da vida a Ron Woodroof, hace un papel extraordinario que mereció el Premio Oscar, junto a uno de sus compañeros de reparto, Jared Leto, como el transexual Rayon, que le ayudará en la comercialización de los fármacos. Una interpretación que combina el comportamiento al límite de un vaquero y la degradación física causada por el SIDA.

UN JOVEN BERLINÉS

La película, OH BOY del realizador alemán, Jan Ole Gerster, recibió el Premio del Cine Europeo a la Mejor Ópera Prima. Merecido galardón para una historia que narra distintos acontecimientos de la vida cotidiana de un joven treintañero, Niko Fischer, en la ciudad de Berlín, durante 24 horas. Acontecimientos de todo tipo, cómicos algunos, que le retratan como un tipo sin suerte, que ha abandonado los estudios de derecho hace dos años, por lo que el padre le retira su asignación mensual; el fin de la convivencia con la novia teniendo que vivir sólo; y la declaración del psicólogo como  emocionalmente inestable en base a las varias multas que tiene por conducir bebido.


El espectador conoce a los personajes que rodean su vida. Un amigo llamado Matze que estudió para actor, y Julika, una antigua compañera de colegio cuando el tenía trece años con la que se encuentra en un bar, que ahora se dedica al teatro de vanguardia. Otro protagonista de la historia son las calles y edificios de Berlín, en los que se mezcla, tradición y modernidad, una ciudad en constante crecimiento con un gran pasado reflejado en las construcciones antiguas y modernas, las vías de tren y los tranvías, los pasos elevados y los grafiti. Este pasado fue el del régimen nazi que todavía se recuerda en las producciones cinematográficas que se ruedan y en algunos ancianos que padecieron la dureza de aquel tiempo cuando eran niños.


La forma, el estilo de la película, sobresale más que el argumento. Está rodada en blanco y negro que refuerza los valores plásticos de las imágenes. Proporciona un sentido atemporal de los acontecimientos. El presente y el pasado se unen en un ritmo pausado, necesario para el transitar de los personajes y los espacios urbanos. Como se ha dicho recuerda a las películas de la nouvelle vague francesa, a Truffaut y Godard. La banda sonora incide en esta apreciación, una música de jazz, de saxo, que acompaña algunas escenas y transmite el mensaje existencial, de soledad, de vivencia individual.

EL HOMBRE Y LA TECNOLOGÍA

En la actualidad, cuando andamos por las grandes ciudades o viajamos en transporte público, ya estamos acostumbrados a ver a todo tipo de gente ocupada con pequeños aparatos de alta tecnología, móviles, e-books, tablets o incluso portátiles. El tiempo malgastado en ir del puesto de trabajo a casa o viceversa ahora se encuentra mejor aprovechado. Sin embargo se observa un dependencia o un empleo cada vez mayor de la red para intensificar la comunicación humana. Este planteamiento sirve de base para la película HER, dirigida y escrita por Spike Jonze, que aborda la relación afectiva entre el protagonista, Theodore, Joaquin Phoenix, con un sistema operativo con personificación femenina, Samantha, cuya voz la pone la actriz, Scarlett Johansson.


La película se puede encuadrar dentro del género de la ciencia-ficción, pues se localiza en un tiempo futuro en la ciudad de Los Ángeles, llena de enormes rascacielos acristalados, donde las personas manejan los ordenadores con la voz, ahora muy pequeños y donde ya no hay diferenciación con los móviles. Puedes contestar y ver el correo electrónico y otros contenidos de la supuesta red digital al instante con una simple orden. Un desarrollo del mismo supone la existencia de un nuevo sistema operativo, que se puede personalizar según el sexo, masculino o femenino, que llega, en el caso del argumento, a desarrollar una relación afectiva con el usuario y actuar de forma autónoma.


El protagonista se acaba de divorciar. Se encuentra sólo y echa de menos a su pareja. La existencia de este sistema operativo femenino consigue llenar esta soledad, porque su poder en la red le lleva a poner cuerpo de mujer a la ausencia pricipal de esta relación, contratando a una profesional específica. La relación entre Theodore y la máquina, el flujo de información en la red, profundiza tanto que incluso sale con ella por la calle y se cita con un compañero de trabajo y su pareja, para pasar un día de descanso. Sin embargo un día falla el sistema. Le informan que se está actualizando. Surge la decepción cuando descubre que dicho sistema operativo mantiene un diálogo con más de 8 mil hombres, y 600 con los que tiene una relación más profunda.


Al final, como ocurrió con su esposa, le abandona. Surge el gran tema de hasta que punto es positiva o negativa la interacción hombre-máquina digital superconectada a la red, que la película aborda de manera brillante. La máquina desde luego, no puede igualarse al hombre, ni este a la máquina, son dos entes diferentes, que sin embargo pudieran desarrollar capacidades y sensibilidades parejas. Los dos tampoco deben tratar de parecerse hasta confundirse. La máquina es más rápida, plural y múltiple, que su creador, el ser humano, que lo único que puede aspirar es aprovecharse de tales facultades en un mundo digital, implementando las posibilidades de ser feliz, sin caer en la alienación irreal, porque la ventaja y a la vez la limitación se encuentra en la realidad biológica del cuerpo y la mente.

LAS FURIAS EN EL MUSEO DEL PRADO


Ticio, Ribera, 1632, Museo del Prado

El Museo del Prado organiza la exposición, LAS FURIAS. Alegoría política y desafío artístico, que reune 28 obras en distintos soportes firmadas por algunos de los grandes artistas de los siglos XVI y XVII. Se distribuye en cinco secciones: Miguel Ángel, autor de un dibujo de Ticio, como precedente iconográfico; El encargo de María de Hungría; Haarlem y Amberes entre el siglo XVI y XVII; Las Furias en Nápoles; La extensión del tema en Italia. El nombre de la muestra alude a los cuatro personajes que habitan el Hades, o el infierno greco-latino, castigados por desafiar a los dioses. Los suplicios son continuos y de duración infinita. 

Sísifo, Tiziano,  1548, Museo del Prado

A Ticio le devora el hígado un buitre por intentar violar a una amante de Zeus; Tántalo tiene que procurarse en vano alimento por servir a su hijo de festín a los dioses; Sísifo debe portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; e Ixión fue castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera. Se incluye en la exposición la representación de Prometeo e Ícaro personajes próximos a éstos en su desafío al Olimpo. Constituyeron un tema muy representado durante los siglos XVI y XVII.  Su concreción parte del encargo realizado por María de Hungría a Tiziano para decorar la gran sala del palacio de Binche, próximo a Bruselas, en 1548.

Fragmento de Ticio, Tiziano, 1560-1565, Museo del Prado

Después de la famosa batalla de Mülberg, estas alegorías mitológicas simbolizaban a los príncipes alemanes recién derrotados por el emperador Carlos V, que los pudo contemplar, junto con el futuro Felipe II en aquel lugar. Tales cuadros ya estaban en España hacia 1558. Hoy sólo se conserva uno, y una copia del autor, encargada por un cortesano y que pasó a las colecciones reales. Tras Ticiano, el éxito del tema hizo que fuera abordado por artistas de la talla de Rubens, y sobre todo, por Ribera, que creó, a mi entender, las mejores versiones, porque el estilo barroco puede sacar lo mejor del mismo.

Ixión, 1632, Ribera, Museo del Prado

Por un lado, permite ilustrar la dificultad máxima en el arte, la representación del movimiento del cuerpo humano, a base de figuras desnudas en complicados escorzos. Por otra, la expresión del dolor extremo, el que no termina nunca. Así, en esta época sirvieron para mostrar la estética del horror y la violencia de la que el artista valenciano era uno de los grandes maestros. Los modelos anatómicos provienen de la escultura helenística: el Torso Belvedere, el Galo herido, y sobre todo El Laocoonte, que fue descubierto en 1506, y sirvió como doble ejemplo, formal, exemplum artis, y de expresión, exemplum doloris. Miguel Ángel ayudó a interpretar y difundir dichas obras para que fueran aprovechadas por otros autores.

Prometeo, 1640, Salvator Rosa, Galería Nacional, Roma

De esta manera lo hicieron autores como el propio Ticiano, o ya a finales del siglo XVII, Luca Giordano, con un ejemplo en la exposición, inspirado en una pintura del gran maestro del Renacimiento. El tema se agotó tras 1700, siendo reemplazado por otros que permitían planteamientos similares. Atrás quedan imágenes de extremada violencia como el Prometeo de Salvator Rosa, cuyas vísceras un águila pone al descubierto.