UNA FICCIÓN SOBRE AUSCHWITZ


Podemos diferenciar entre memoria personal y colectiva. Tanto una como otra son imprescindibles para poder vivir u organizar las sociedades conforme a la ley y los derechos humanos. Si la pierdes o prescindes de ella corres el riego de volver a cometer los mismos errores que en el pasado. Su pérdida puede deberse al paso del tiempo, a la vejez, cuando llegas a confundir lo que sucedio, en incluso, en los casos más graves, a no reconocer tu propia identidad o de las personas de alrededor. La memoria histórica es necesario mantenerla para recordar y tener presente los hechos violentos del pasado. Unos hechos que ya son irreparables y que la memoría logra, por su recuerdo, hacer conscientes a las nuevas generaciones de los errores cometidos.


La película REMEMBER, del director canadiense, Atom Egoyan trata sobre las dos memorias, la personal y la colectiva, que por los hechos vividos, se interrelacionan. Dos ancianos judíos, Max y Zev, que residen en una residencia, se ponen de acuerdo para vengar la muerte de sus familias asesinadas y maltratadas por un nazi en el campo de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Quien va a llevar la búsqueda es el segundo, que padece demencia senil, para lo cual se fuga de la residencia, y emprende la búsqueda del supuesto nazi, que responde a un nombre que fue utilizado repetidas veces por oficiales de las SS alemanas para ocultarse. Tiene como objetivo matarle.


En el camino, tiene que seguir la carta que le ha escrito su amigo Max. Los fallos de memoria le obligan a leerla constantemente porque pierde la noción del tiempo y lo que está haciendo. Echa de menos a su mujer Ruth, fallecida recientemente, que le ayudaba en todo. Así va encontrándose con los supuestos nazis, alguno de ellos alemanes de esa ideología, pero que no estuvieron en el campo de concentración. Al final se encuentra con su objetivo, que vive apartado en una casa de campo con su familia. 


 Entonces se descubre la verdad, y la que resulta una sorpresa argumental para el espectador. El protagonista no lo puede recordar en un primer momento por la enfermedad hasta que se lo cuenta su supuesto enemigo. Los dos son amigos, nazis jefes en Auschwitz. Para escapar de Alemania se tatuaron un número simulando que eran judíos. A quien debía matar, el anciano Zev Gutman (Christopher Plummer), era el mismo, que se había cambiado el nombre y se había convertido a la religión judía, guiado por Max que le reconoció en la residencia de ancianos, y que se aprovechó de que tenía Alzeimer para vengarse.

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