NUEVA YORK Y HOLLYWOOD, AÑOS 30

La última comedia del director y guionista, Woody Allen, CAFÉ SOCIETY, se ambienta en la intensa vida nocturna de Nueva York en los años treinta, tras el fin de la Ley Seca. La alta sociedad, los artistas y los personajes famosos se reunían como en otros lugares del mundo en los clubes de moda mientras sonaba la música de jazz o la de grandes orquestas. El título hace referencia a esos grupos sociales que se relacionaban en esos locales, sin embargo la historia la protagoniza, Bobby Dorfman,  un joven de una familia judía del Bronx que trata de tener una vida diferente a la que le dan sus padres al irse a Hollywood, que coincide con la Edad de Oro del cine.

Los Ángeles no es igual que la Ciudad de los Rascacielos y pronto, el protagonista, la echa de menos. Tiene un tío que es representante de las grandes estrellas, y desde ese momento comienza la historia de amor del protagonista que dura toda la película. Esta se inicia cuando conoce a la secretaria de su tío, Vonnie, una de tantas aspirantes a actrices de la época, que le enseña los lugares más importantes de Hollywood. Bobby se enamora rápidamente de ella, pero tiene novio, lo que no sabe es que es su tío. Todo se descubre y Vonnie, entonces, se enfrenta al dilema de elegir entre uno y otro, y apuesta por la seguridad que le da Phil, el famoso y adinerado representante de las estrellas.


Bobby regresa a Nueva York apesadumbrado con el objetivo de trabajar en el club que había abierto su hermano, un ganster, donde se hace relaciones públicas. Allí conoce a la que será su futura mujer y alcanza la fama y el dinero suficiente para formar parte de la café society neoyorquina. Los contactos sociales que hizo en Hollywood le sirven de apoyo para llegar a esa meta. En una visita de su tío Phil con Vonnie descubren a su pesar que se siguen queriendo. En el siguiente año nuevo, mientras los invitados en las fiestas donde se encuentran lo celebran, cada uno de ellos recuerda el amor que alguna vez tuvieron.


La película hace disfrutar al espectador con un agudo guión, otro más, muy propio de Woody Allen, que vuelve a ironizar con las tradiciones judías, y el choque que ello supone con el glamour y las costumbres liberales del mundo del cine y los clubes nocturnos de la época. La puesta en escena resulta excelente donde se ha cuidado el mínimo detalle, tanto de la decoración como en el vestuario y las joyas, que brillan especialmente por la cuidada fotografía del afamado, Vittorio Storaro.

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