UN WÉSTERN CONTEMPORÁNEO


La película COMANCHERÍA (Hell or High Water), dirigida por el norteamericano, David Mackenzie tiene, entre otros, dos planteamientos. Los indios comanches fueron expulsados de las grandes praderas donde cazaban en Texas. Allí, los blancos colonizadores, construyeron granjas y pueblos donde residir y ganarse la vida con la ganadería y el petróleo del subsuelo. Hoy, son los bancos, a través de la ejecución de los préstamos morosos, los encargados de quitarles las propiedades a los más pobres. La falta de recursos, la pobreza, se hereda de padres a hijos, de una generación a otra como una enfermedad genética. Es lo que les ocurre a los dos hermanos protagonistas, uno recién liberado de la cárcel donde estuvo diez años por diversos delitos, y otro, que quiere que su esposa divorciada y sus dos hijos tengan el futuro asegurado.


Los dos hermanos tienen el problema que la granja de su madre, recientemente fallecida tras una larga enfermedad va a pasar a manos de un banco por no pagar la hipoteca. Les queda poco tiempo e idean el robo de una serie de sucursales del mismo de pequeñas poblaciones para reunir el dinero necesario. Obtendrían poco de cada una de ellas en billetes pequeños para no ser detectados. El robo de las dos primeras no les causa problemas, pero rápidamente, comienzan a perseguirles dos rangers de Texas experimentados. La idea también es ir a una casino y cambiar los billetes robados por fichas y luego volverlas a cambiar por cheques que sería lo que llevarían al banco para cancelar la deuda.


Los planes se vienen a bajo en parte por la violencia desatada por el hermano expresidiario, Tanner, que provoca, a la desesperada, una serie de víctimas mortales en el último atraco. También, por la pericia en la persecución del ranger, Marcus (Jeff Bridges), al borde de la jubilación, y la respuesta armada de la población, que les responderá disparándoles en los atracos. Al final, el primero, muere en un enfrentamiento con la policía, un sacrificio intencionado para que su hermano, Toby, escapase, y cumpliese su objetivo. Cancelar las deuda hipotecaria de su madre, hacerse con la propiedad y traspasarla a sus hijos para asegurarles el futuro con los beneficios obtenidos del petróleo encontrado en la misma.


La película es una auténtica mezcla de géneros. Sobre todo es un wéstern, una película del oeste profundo americano, donde luchan los habitantes contra la pobreza, perseguidos por los bancos. En ella está presente la violencia de las armas. Los enfrentamientos cuerpo a cuerpo por defender la propiedad y la ley. También es un thriller y una road movie por la escapada y persecución de los protagonistas en coche por las inmensas praderas. Vertiginoso por la acción trepidante, como lírico en la descripción de la psicología y de los estados de ánimo de los personajes. Se encuentran en estos extraordinarios paisajes naturales y en la misma condición humana la violencia agitada y la reflexión calmada para sobrevivir,

CONTRA EL RACISMO


Algunos territorios de EEUU tuvieron un pasado esclavista. Sus leyes segregacionistas perduraron en el tiempo, hasta el punto que seguían vigentes a mediados del siglo XX. La lucha por los derechos civiles en la década de los sesenta se propuso acabar con ellas. Una de las cuales fue la prohibición del matrimonio interrracial que fue abolida en 1967 por la Corte Suprema al declararlo un derecho fundamental. El caso Loving vs Virginia se falló a favor de los demandantes. Ponía fin a un largo proceso de discriminación contra los protagonistas. Este hecho lo narra la película, LOVING, escrita y dirigida por el afamado director, Jeff Nichols. Emplea un lenguaje visual pausado y lírico, de gran sensibilidad, porque el principal motivo de la pareja, Richard y Mildred Loving, fue el amor.

Mildred se quedó embarazada de la relación que tenía con Richard. Ella era en parte afroamericana y el blanco. Vivían en Central Point, estado de Virginia, que prohibía el matrimonio interrracial. Por ello se casaron en Washintong y regresaron a su población de origen, lo que provocó su arresto al estar casados. El juez, tras un pacto con ellos si se declaraban culpables, les condenó a 25 años del libertad condicional, tiempo en el que no podían residir en el estado. De esta manera, se trasladaron de nuevo a la capital, donde tras varios años tuvieron tres hijos. Sin embargo, no estaban a gusto lejos de su lugar de nacimiento, y los niños corrían peligro en la gran ciudad. Todo empezó a cambiar cuando Mildred escribió una carta a Boby Kennedy, que le respondió dirigiéndoles a una asociación de lucha por los derechos civiles,.


La asociación correría con todos los gastos legales en favor de la igualdad. La lucha se desarrolló en dos frentes, por una parte, apelando en los tribunales de Virginia que les llevaría a la Corte Suprema de la nación, el objetivo que deseaban, y por otra, la publicidad de su caso, en la prensa y en la televisión de la época. Este caso que les enfrentaba por las leyes segregacionistas se convirtió en emblemático ya que, en caso de ganarle, dichas leyes serían abolidas en todo el país, y no sería sólo la prohibición del matrimonio interrracial. Antes del fallo, ya se habían trasladado a una granja aislada cerca de su antiguo pueblo. Los tiempos habían cambiado, pero vivían con temor a ser arrestados. La victoria legal llenó de felicidad a todos los que luchaban para desterrar la discriminación entre los seres humanos. A ellos sobre todo, que antepusieron el amor sobre los prejuicios raciales de la época.

AMOR Y PERDÓN


La Gran Guerra causó millones de muertos y heridos entre la población de Francia y Alemania, dos paises europeos fronterizos, de historia común, pero con rivalidades económicas y políticas. A causa de la sangrienta contienda, numerosas familias perdieron a sus hijos. Nada más terminada la misma, a la alegría por su final se unían los sentimientos de odio entre los dos países. Las condiciones que impondría Francia a Alemania en el Tratado de Versalles propiciarían la Segunda Guerra Mundial. En este contexto se desarrolla el argumento de la película, FRANTZ, escrita y dirigida por François Ozon, basándose en la obra de Maurice Rostand, El hombre al que maté, llevada al cine en 1931 por Ernst Lubitsch bajo el título, Remordimiento.


El director francés cambia el punto de vista y lo sitúa en el lado alemán. Cuenta la historia de Anna, que visita cada día la tumba de su prometido en el cementerio del pueblo. Su novio Frantz había muerto al final de la guerra en el frente. Un día descubre que un joven deposita flores en ella. Se llama Adrien y viene de Francia para recordar a la persona con la que tuvo una estrecha amistad. La joven le presenta a sus padres, todavía muy afectados por la muerte de su único hijo. Se gana su confianza y les alegra oir las historias que les cuenta cuando estuvieron juntos en París de visita en el museo del Louvre, o tocando juntos el violín, del que el francés es un maestro. Sin embargo, todo cambia cuando confiesa a Anna que la razón de su viaje era pedir perdón por haber matado a Frantz.


Anna no le cuenta la verdad a los padres que creen que ha tenido que regresar rápido de un ambiente hostil contra la presencia de cualquier francés. Ella había quedado con Adrien en seguir manteniendo la correspondencia, pero esta se interrumpe de repente. La protagonista vive por primera vez la desesperación que le produce la muerte de su amado y se intenta suicidar. Son los padres de Frantz quien le ayudan a ella ahora, y le animan a seguir con su vida. Anna decide, entonces, viajar a Francia para encontrar a Adrien con la esperanza de comunicarle el perdón y declararle su amor. Llega a París, pero ya no se encuentra en su domicilio, ni trabaja como violinista en la ópera. Le encuentra viviendo en la casa familiar con su madre en un pueblo, ya recuperado de la locura que le causó matar a un inocente en la guerra mundial y comprometido con una amiga de la infancia para casarse.


Ante estas circunstancias, Anna decide regresar, pero al final se queda en París, manteniendo la ficción por carta ante los padres de Frantz que tiene una buena relación con Adrien. Sucede en realidad que está superando el dolor por la muerte de su prometido, y lo hace contemplando el cuadro de Manet, El suicidio, que le llena de alegría para seguir adelante, lo que es lo mismo, revivir aquella mentira que le contó Adrien sobre su amistad con Frantz. El tema de la película, por tanto, mezcla la necesidad de la paz tras el conflicto bélico y la superación de la heridas abiertas tras la misma, que son numerosas en la población, y se encarnan en los protagonistas, por el remordimiento de matar a una persona y la desolación de perder al ser amado.

LA PINTURA DE LOS FAUVES

Restaurant de la Machine a Bougival, Maurice de Vlaminck, 1905

La Fundación Mapfre de Madrid organiza la exposición, LOS FAUVES. LA PASIÓN POR EL COLOR, una amplia y profunda muestra sobre el primer movimiento de vanguardia del pasado siglo. Consta de 150 piezas, aproximadamente, que permiten conocer a través de un grupo amplio de obras maestras las distintas claves de aquellos jóvenes pintores que en el Salón de Otoño de 1905, recibieron tal denominación por el crítico Louis Vauxcelles. Fueron expuestan en la Sala VII entre dos mármoles de Albert Marque, y el contraste, le hizo escribir, Donatello entre las fieras. Surgió así una forma propia de entender la pintura que duró poco en el tiempo, desde los años previos a esa fecha, hasta casi 1908, pero si en un principio fue polémica, en los circuitos artísticos, obtuvo el reconocimiento.

Retrato de Henri Matisse, André Derain, 1905

El grupo fauve se formó en el taller de Gustave Moreau y estuvo compuesto por los pintores, Henri Matisse, Albert Marquet, Henri Manguin, Henri Rouault y Charles Camoin. Más adelante se unieron Jean Puy, André Derain y Maurice de Vlaminck. Por último, los artistas procedentes de Le Havre: Raoul Dufy, Émile Friesz y Georges Braque, además de Kees van Dongen. Compartieron su juventud y los deseos, en el cambio de siglo, la renovación artística y la experimentación. También, la estrecha amistad que tenían entre ellos, que les llevó a realizarse una serie de retratos cruzados, al intercambio de ideas, a la influencia mutua y a una cierta competitividad. Fueron los conectores entre los maestros del postimpresionismo, Van Gogh, Cézanne y Gauguin y las vanguardias históricas.

La faunesse, Henri Manguin, 1905

Fueron más allá que las tendencias abiertas por los maestros postimpresionistas. Apostaron por la exaltación del color puro mediante pinceladas potentes y, aparentemente, desordenadas. Se desvincularon del naturalismo, omitieron la perspectiva y rechazaron la tradición y el academicismo. Les gustaba, al igual que los impresionistas, pintar al aire libre y representar la vida moderna. Hoy sus pinturas, a diferencia de lo que fueron hace cien años, son bellas, decorativas y optimistas, a la vez que nos sugieren vitalidad y frescura. Esta experiencia renovada con el color acabó pronto, y lo hizo, recobrando fuerza la influencia de Cézanne, presente desde el comienzo, en favor del dibujo y la forma, o hacia otras perspectivas expresivas.

Bateaux á Collioure, André Derain, 1905

Los fauves desarrollaron siempre una temática variada. En primer lugar destacaron, los paisajes lumínicos, los lugares de costa y puertos, la atmósfera del Mediterráneo francés. Matisse y Derain pasaron el verano de 1905 en Collioure. En este periodo, Camoin, Manguin y Marquet, coincidieron en la Costa Azul, Saint-Tropez, Cassis, Agy y Marsella. Otros lugares fueron, L´Estaque y La Ciotat. Sin embargo, Maurice de Vlamink, se inspiró en los paisajes de Chatou, una localidad cercana a Paris; Dufy pintó la costa normanda, y André Derain, las orillas del Támesis en Londres. En segundo lugar, pintaron el intimismo femenino, empleando el desnudo, y practicaron el retrato, especialmente el realizado entre los miembros del grupo.

VERSIONES DE LA REALIDAD


La película, CONTRATIEMPO, escrita y dirigida por Oriol Paulo, se puede clasificar como un thriller, una intriga sobre un asesinato de uno de los protagonistas. El espectador, como suele suceder en este género de obras, se ve sometido a los distintos cambios de la historia hasta llegar al final en el que todo aparece claro. Según sea bueno el relato nos enganchará más o menos, incitándonos a descubrir la verdad. Podría suceder que el transcurso de los hechos engañase al espectador, y lo que pudiese ser una interpretación correcta, fuese falsa. De esta manera, la intriga se basaría en una narración engañosa que se desvía de la verdad hasta llegar al punto auténtico de la historia. Así se pone de manifiesto en esta película, que trata cómo el protagonista, un empresario de éxito, cuenta los hechos del asesinato de su amante a una preparadora de testigos con el problema de que no dice la verdad.


Adrián Doria (Mario Casas), es acusado del asesinato de una fotógrafa (Bárbara Lennie) con la que tiene una relación oculta porque ambos están casados. Ha estado en la cárcel, pero ahora espera la celebración del juicio. La noche antes del mismo recibe a Virginia Goodman (Ana Wagener), preparadora de testigos contratada por su abogado. Todos los hechos le inculpan del asesinato que se produjo en una habitación de hotel porque él estaba en ese momento en ella. La preparadora le fuerza una y otra vez a contar lo que pasó desde los destalles más pequeños. Todo comenzó cuando la pareja viajaba por el Pirineo de regreso a sus respectivas casas. 


En ese momento tuvieron un accidente de tráfico en el que un joven que conducía el coche contrario acaba mal herido. Para no ser descubiertos, tratan de ocultar el cadáver, Adrián se lo lleva a un lago en el maletero del coche siniestrado y lo sumerge, y Laura, la fotógrafa, trata de llamar a la grúa para arreglar su coche averiado. Mientras tanto, es remolcado por un vecino que vivía por el lugar, un antiguo mecánico, que le arreglará el vehículo, con el que recogerá a su amante para regresar. La existencia de un testigo en el momento del accidente les llenará de angustia a ser descubiertos. También, las investigaciones del padre del joven accidentado, que relaciona a Laura con el accidente y la propia policía, que investiga la desparición del mismo.


Estas circunstancias propiciaron el encuentro en el hotel de montaña y el asesinato de Laura. El protagonista se prepara para el juicio pero le cuesta decir la verdad. En la habitación del hotel cambiará su versión de los hechos. En un principio deja gran parte de la responsabilidad de la ocultación del accidente a ella, y luego, que el asesinato fue producto del ataque de una tercera persona. Según transcurre la conversación,  que trae en flash back todos lo sucedido, otra perspectiva surge nueva, que culpabiliza a Adrian del desenlace de los acontecimientos y de la muerte de las dos personas. De mostarle en pleno éxito empresarial, a ser un vulgar asesino. Ni su poder económico, ni sus contactos, le evitarán ya eludir sus responsabilidades.